Lechugas a sablazos…

En octubre de 1807, comienzan a llegar a Vitoria tropas francesas a fin de participar en la conjunta invasión franco-española de Portugal. La ciudad, con aproximadamente seis mil quinientos habitantes, acoge, según pasan los meses, una guarnición equivalente de soldados al mando del Conde de Verdier. Con la población duplicada, y debiendo hacer frente, como acordaba el Tratado de Fontainebleau, al mantenimiento de estas tropas inicialmente consideradas “amigas” y, progresivamente, reconvertidas en invasoras, el municipio de Vitoria tuvo que ceder infinidad de espacios, ocupados para usos de lo más variopinto: acuartelamiento de tropas, fines hospitalarios o, como ocurrió con el convento de San Antonio o la iglesia de Santa Clara, “para el depósito y custodia de la galleta” con la que, a duras penas, se alimentaba a la tropa.

De entre todos estos lugares, trastocados por el desarrollo de los acontecimientos, nos vamos a quedar con lo ocurrido tras los muros del desaparecido convento de Santo Domingo, ya que contamos con varios textos remitidos por el Prior de este último cenobio al Diputado General en los que se expone la calamitosa situación que vivió entonces la comunidad.

El primero de ellos está fechado en febrero de 1808, y cuenta los aprietos que se viven tras haber cedido la mayor parte del convento al alojamiento de la “tropa aliada”. La necesidad de reajustarse a un recinto sumamente pequeño les ha obligado a enviar el noviciado al convento de Logroño, y quienes persisten en Vitoria habitan en los rincones “mas incómodos, como son, la oficina de la aceite, los huecos de las escaleras y otros no menos incomodos e indecentes”. Por si esto fuera poco, y aunque comprenden el servicio que ha de prestarse a las tropas, se muestran atemorizados por el contagio al encontrarse “cercados por todas partes de inmundicia y hedor intolerable”. Y es que, según parece, la presencia militar les impide abrir libremente las ventanas y ventilar las apestadas estancias. La súplica de este religioso reclama que les devuelvan la pequeña parte del convento que, en un último decreto, se les mandó desocupar. Pero, a tenor de lo narrado por Plácido Aguillo –que así se llamaba el prior– en otro documento de mayo de ese mismo año, la situación no se resolvió en absoluto.

En esta ocasión, contamos con dos escritos en los que requiere que alguien tome cartas en el asunto ante los desórdenes y tropelías causados por los soldados, y menciona una serie de molestos episodios. Al parecer, los militares acuartelados habían arrancado la mayor parte de las rejas ubicadas en las ventanas que daban a la huerta del convento, lo cual les permitía evadirse y bajar a ella a todas horas “con sable en mano a hurtar lechugas”. Una ingenua afirmación que resulta sumamente elocuente del clima de tensión que debía vivirse en Vitoria por aquel entonces. Asegura a su vez que varios religiosos que bajan a la huerta a cultivarla han resultado heridos tras arrojárseles ladrillos desde las celdas, “sin que de parte de la Comunidad se les haya dado la menor ocasión o causa para estas tropelías”.

atha-fhpa-dh-123-5-93
Archivo del Territorio Histórico de Álava  [ATHA-FHPA-DH-123-5-93]

Por último, apelando a un argumento bien distinto, no desea que su comunidad resulte cómplice con su silencio de los continuos episodios en los que “por la noche bajan a la huerta, escalan las tapias y desiertan”. Una razón más que le permite suplicar encarecidamente al Diputado General el cese de estos inconvenientes. Aunque, como bien sabemos, poco tiempo después los cenobios vitorianos de Santo Domingo y San Francisco serían definitivamente suprimidos y los miembros de la orden deberían entonces acomodarse, en la medida de lo posible, al clero secular, haciendo que sus bienes se aplicasen a la Nación. Una minucia que nos ha permitido esbozar los tiempos de la guerra de Independencia en la capital alavesa, una etapa a la que seguro regresaremos en futuras entradas.

 

Documentos empleados:

– Archivo del Territorio Histórico de Alava: ATHA-FHPA-DH-123-4-38, ATHA-FHPA-DH-123-5-93 y ATHA-FHPA-DH-123-5-96.

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