Recientemente publicamos en Sans Soleil Ediciones un libro fundamental para profundizar en el estudio de la iconoclasia, interrogándonos acerca de la violencia universal y atemporal contra las imágenes, un fenómeno relativamente ignorado por la historia del arte durante décadas, pero cada vez más presente en los debates contemporáneos y multidisciplinares -apelando por igual a los estudios políticos, artísticos, teológicos o de genero-.
Lo cierto es que durante los últimos años he prestado gran atención a este tema, analizando diversos casos históricos y registrando a su vez los episodios contemporáneos que, con una cadencia prácticamente semanal, inundan las páginas de la prensa internacional. Y, aunque los gestos y actos iconoclastas pueden hallarse casi en cualquier tiempo y lugar, apenas había identificado ejemplos alaveses. Por esta razón, como semilla de un improbable inventario futuro de la iconoclasia en estas tierras, vamos a dedicar esta entrada a un acto de deshonra aplicado a la figura de Miguel Ricardo de Álava y Esquível, más conocido como el General Álava.
Tras la restauración absolutista de 1823, a comienzos de la década ominosa, Vitoria vivió un duro periodo represivo, con Valentín de Verástegui y Lorenzo López de Vicuña a la cabeza (Diputado General de Álava y alcalde de Vitoria respectivamente). Se sucedieron las persecuciones de liberales, la supresión de agrupaciones y las penas y castigos contra cargos públicos del trienio liberal constitucional. En medio de esta espiral, tras agasajar al duque de Angulema durante varios días en la ciudad, el consistorio alavés decidió rendir cuentas también con la historia y atacar la figura del célebre militar y político vitoriano Miguel Ricardo de Álava y Esquível, cuya postura se había mantenido fiel al gobierno anterior. Sus bienes fueron embargados y, a petición de Verástegui, se decretó lo siguiente, aludiendo a la participación del militar en la batalla de Vitoria:
No pudiendo ver con indiferencia S.S.S. colocado en esta sala el cuadro de la entrada que hizo D. Miguel Ricardo de Álava, en esta ciudad, el 21 de junio de 1813 con las tropas aliadas, por haber seguido hasta el fin el ominoso sistema constitucional: se acordó que inmediatamente sea sacado, y se sacó por un portero, con mandato que no se pusiera en parte alguna de la casa; y que se eche un bando y se oficie a los Ayuntamientos para que hagan lo mismo con los que tengan, e igualmente los particulares; en la inteligencia de que si fuese hallado alguno después de la publicación del bando, al tenedor se le exigieran cien ducados vellón de multa.

Según cuentan las escasas fuentes, tras la retirada el retrato fue quemado en la plaza publica de la Diputación, en una suerte de auto de fe. Y para completar esta particular damnatio memoriae, esa misma tarde se mandó borrar del cuadro de Padres de la Provincia su nombre y el de otros activos militantes del liberalismo, ya que no era justo «que los fieles alaveses se llamen hijos de tales padres». Como suele ocurrir en estos casos, tampoco en Vitoria las imágenes salieron indemnes durante los periodos más convulsos de su historia.
Documentos empleados:
– Manteli, Actas de las Juntas Generales, celebradas en la ciudad de Vitoria, desde el dia 18 hasta el 25 de noviembre ambos inclusive, por esta M. N. y M. L. Provincia de Álava (Vitoria: Juntas Generales, 1823), págs. 124-126.
– Revista contemporánea, Año X, Tomo LI, Volumen III (1884), pág. 293.
– Serdan, Eulogio. Vitoria: el libro de la ciudad (Vitoria: Editorial Social Católica, 1926).
Imágenes:
– Cabecera: cuadro volteado Batalla de Vitoria (1813). El General Álava, con el 15º de Húsares del Ejército británico, junto al puente de Trespuentes. Oleo de Augusto Ferrer-Dalmau