La taberna ilegal…

Esta pequeña microhistoria me hace especial ilusión por transcurrir en un entorno en el que, desde hace un par de años, venimos trabajando diariamente por medio del proyecto Álava Medieval – Erdi Aroko Araba: el cerro de Estíbaliz. Mucho se ha escrito sobre este enclave tan destacado en la historia pasada y reciente del Territorio Histórico de Álava, pero aún así, quedan infinidad de flecos por atar, multitud de documentos por releer -como lo demuestra el reciente estudio premiado en el Certamen Universitario 2017 de la Fundación Sancho el Sabio- y toda una historia milenaria, plagada de altibajos, por reescribir.

Paradójicamente, como estudio particular de caso, el periplo histórico-artístico del cerro de Estíbaliz resulta tan interesante en los momentos de gloria como en los de flaqueza. Así, queda mucho por puntualizar al respecto de los momentos fundacionales del santuario, en la Edad Media, o sobre los usos y gestores posteriores ya en la Edad Moderna. Y sobre todo, me parece particularmente llamativo el siglo más aciago en su historia, el XIX, plagado de acontecimientos y sucesos que dan como resultado a mediados de siglo -la fecha precisa se podría discutir- la pérdida total del culto, el traslado de la Virgen al vecino pueblo de Villafranca y el estado de semi-ruina en el que el Santuario fue “redescubierto” por toda una generación de intelectuales alaveses que, a comienzos de la siguiente centuria, exigieron la implicación institucional en el proyecto de restauración de este hito del románico alavés.

En concreto, suele señalarse que el declive comenzó en 1828, tras la caída de un rayo que causó un incendio y destrozos que ocasionaron un costo de 2153 reales. Tras lo cual, se suele apuntar la incidencia de las guerras carlistas en esta zona. Sin embargo, podría intuirse ya un cierto abandono décadas atrás, en detalles como la falta de capellán residente en el lugar desde principios del siglo XVIII -prestando el servicio los párrocos de pueblos vecinos: Matauco, Oreitia o Luzuriaga- o la decadencia progresiva de los bautismos, que llegan a ser casi inexistentes durante algunos periodos, según indican los visitadores.

En esta misma línea, nos vamos a centrar en un decreto concejil de 1818 muy poco conocido, un documento que dibuja un particular panorama. En este texto, conservado en el Archivo Histórico Provincial de Álava, varios vecinos de Matauco, Oreitia, Villafranca y Argandoña elevan una queja referida al perjuicio ocasionado por el ermitaño que habita en Estíbaliz, ya que este tiene abierta una taberna en la que despacha vino y comestibles sin estar sujeto a los acuerdos municipales de ninguna vecindad. Exigen por tanto que se empadrone y pague el derecho de sisa correspondiente, sin que esto afecte a las regalías ni a la festividad del primero de mayo. Todo parece indicar que el culto y la devoción siguen presentes, pero en medio de un cierto desorden.

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Decreto concejil sobre la vecindad del ermitaño del Santuario de Estíbaliz (Álava), pág. 1. Archivo Histórico Provincial de Álava  [ESC, 27016]

A este ermitaño, se le conocía también como el páter, encargado del cuidado –o descuido– del lugar durante décadas. Debemos recordar que desde tiempo atrás la iglesia de Estíbaliz había permanecido con una gran casa adosada en la que habitaba este personaje, encargado del aseo y limpieza de la basílica, y único morador del territorio a excepción de un sacerdote al que el Hospital de Santiago de Vitoria (propietario del templo desde mediados del siglo XVI) pagaba por renovar el sacramento una vez a la semana. Este sacerdote, en una fecha difícil de precisar, dejó de acudir por falta de culto y en el lugar quedó sólo el páter, tal vez con su familia y sus animales. Este es el panorama que describieron los primeros intelectuales que accedieron a Estíbaliz a finales de siglo, contemplando con sorpresa que la única finalidad del edificio era ya la destinada a las labores agrícolas del ermitaño de entonces, convertida la “joya” del románico alavés en pajar y en un estado general de importante deterioro -a falta de un estudio más detallado dedicado a los sucesivos páters de Estíbaliz, para conocer las peripecias del último inquilino puede consultarse el siguiente artículo-.

Lo interesante del documento de 1818 es que nos permite alumbrar, aunque solo sea de refilón, un periodo apenas atendido en relación a Estíbaliz, intuyendo que en una fecha tan temprana las funciones de este “ermitaño” ya rebasaban lo puramente religioso,  sumando un curioso eslabón más a la cadena de conflictos o desdichas acumulados durante el siglo XIX.

(1960) Bar
Fotografía de la taberna de Estíbaliz en 1960 (antecedente del actual Bar Pater). Fotografía perteneciente al Archivo de la Comunidad Benedictina de Estíbaliz.

Como apuntaba al inicio, hace un par de años el proyecto Álava Medieval – Erdi Aroko Araba se asentó en Estíbaliz, asumiendo además la reapertura del bar del santuario, renombrado entonces como Bar Pater. Este guiño simpático, pretendía recordar los “malos usos” del templo, subrayando también que esa taberna ilegal o ese pajar habrían contribuido, paradójicamente, a la conservación del edificio en uno de los momentos más delicados de su larga existencia.

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