Es este un “archivo” dedicado a lo pequeño, en el que la escala de observación se ciñe a lo micro, donde el protagonismo lo tienen datos acostumbrados a ocupar -en el mejor de los casos- una simple nota a pie de página; personajes que jamás coparon titulares, cuya huella es difusa, ajenos a la centralidad de los grandes relatos, emitirán aquí un breve destello. Es por tanto un registro de asombros, de insignificantes hallazgos, con la curiosidad como único motor. Una apología del detalle, o del fragmento, de lo condenado a olvidarse u obviarse.
Proyecto ideado por Ander Gondra Aguirre.
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¿Por qué hemos de ver la historia en los bárbaros fusilazos de algunos millares de hombres que se mueven como máquinas a impulsos de una ambición superior, y no hemos de verla en las ideas y en los sentimientos de ese joven oscuro? ¡Si en la historia no hubiera más que batallas; si sus únicos actores fueran las celebridades personales, cuán pequeña sería! Está en el vivir lento y casi siempre doloroso de la sociedad, en lo que hacen todos y en lo que hace cada uno, en ella nada es indigno de la narración, así como en la naturaleza no es menos digno de estudio el olvidado insecto que la inconmensurable arquitectura de los mundos.
Los libros que forman la capa papirácea de este siglo, como dijo un sabio, nos vuelven locos con su mucho hablar acerca de los grandes hombres, de si hicieron esto o lo otro, o dijeron tal o cual cosa. Sabemos por ellos las acciones culminantes, que siempre son batallas, carnicerías horrendas, o empalagosos cuentos de reyes y dinastías, que preocupan al mundo con sus riñas o con sus casamientos; y entre tanto la vida interna permanece oscura, olvidada, sepultada. Reposa la sociedad en el inmenso osario sin letreros ni cruces ni signo alguno: de las personas no hay memoria, y sólo tienen estatuas y cenotafios los vanos personajes… Pero la posteridad quiere registrarlo todo; excava, revuelve, escudriña, interroga los olvidados huesos sin nombre; no se contenta con saber de memoria todas las picardías de los inmortales desde César hasta Napoleón; y desenado ahondar lo pasado quiere hacer revivir ante sí a otros grandes actores del drama de la vida, a aquellos para quienes todas las lenguas tienen un vago nombre, y la nuestra llama Fulano y Mengano.
[Fragmento de «El equipaje del Rey José«, Benito Pérez Galdos (1875)]


